El
machismo ha estado presente en la sociedad mexicana desde hace mucho tiempo.
Presente en las telenovelas, películas, ámbitos laborales, familias y
relaciones; ha sido tolerado e, incluso, celebrado.
Pero el contexto está cambiando.
El aumento en
las tasas de violencia de género en los últimos años y un movimiento por los
derechos de la mujer cada vez más público han forzado a los mexicanos a lidiar
con el machismo en la sociedad y con el daño que provoca esa misoginia.
Tales
esfuerzos cobraron un mayor ímpetu en el Día Internacional de la Mujer, cuando
hubo marchas multitudinarias en varias ciudades y el presidente Enrique Peña
Nieto pidió “dar una lucha central contra cualquier forma de machismo”.
Ese
reconocimiento público fue visto por activistas de los derechos de la mujer
como un buen comienzo, pero hay escepticismo sobre si podría haber cambios en
la sociedad. El argumento es que solo puede suceder si se confrontan las ideas
machistas desde la raíz.
Eso
es lo que intenta hacer Gendes, un grupo de investigación y
activismo en Ciudad de México que busca impulsar la reflexión en los hombres
por medio de educación, terapia y campañas de concientización.
Jorge es un
profesor universitario de la capital mexicana (pidió que no se use su apellido
para proteger la privacidad de su familia) que se integró a la terapia grupal
tras toparse con un panfleto de Gendes.
Poco antes se
había comportado de manera violenta con su esposa. Cuando llegó media hora
tarde a encontrarse con él para ver una película, Jorge se enfureció porque
ella no parecía estar arrepentida. La discusión se movió del cine a su
departamento donde Jorge tiró a la mujer al piso, la golpeó en la cara y le
dejó la nariz ensangrentada.
Fue la primera
vez que su enojo había resultado en violencia física, aseguró, y temía que su
esposa lo dejara.
“Tenía que
hacer algo”, dijo Jorge. “Era por curiosidad saber si podía cambiar y aprender
nuevas formas de relacionarme, sobre todo con mujeres”.
Rubén
Guzmán imparte talleres de Gendes y dice que el propósito es “desaprender
quién te enseñaron que eres”.
La
terapia gratuita, con reuniones tres veces por semana, busca cuestionar las
creencias culturales que propagan el machismo, dijo Antonio Vargas, director y
fundador de Gendes.
Hace unas
semanas una decena de hombres, incluido Jorge, se reunieron en una pequeña sala
de conferencias en la oficina de Gendes para discutir por qué son propensos a
la ira y la misoginia.
Jorge
habló sobre un nuevo incidente, pues su esposa lo había descubierto viendo
fotografías de otra mujer en su iPad.
Intentó
defenderse: “Solo vi, no es pecado. Todos los hombres lo hacen”, dijo.
Guzmán, el
facilitador de la terapia, lo interrumpió. “¿Qué estás haciendo ahora?”.
Jorge se quedó
callado, pero otro integrante del grupo, Héctor, respondió: “Justificarse”.
“¿Qué
tipo de violencia o autoridad está ejerciendo?”, volvió a preguntar al grupo
Guzmán. De nuevo, alguien más respondió: “Emocional y sexual”, dijo un hombre
llamado Agustín.
“¿Y por qué?”,
preguntó de nuevo Guzmán.
“Porque rompí
acuerdos de sinceridad y fidelidad”, dijo Jorge.
En una
entrevista después de la sesión de terapia, Jorge dijo que realmente estaba
trabajando para desaprender su machismo, que atribuye a su niñez en un
vecindario de bajos ingresos en las afueras de Ciudad de México.
“Lo aprendí en
mi entorno violento, donde si no violentabas eras víctima”, dijo. “Pero no
quiero que mis hijos repitan mis patrones, que mi hijo sea un machín o mi hija
piense que la única forma de resolver las cosas es a través de la violencia”.
Según Gloria
Careaga, experta en Estudios de Género de la Universidad Nacional Autónoma de
México, los hombres no han sabido encontrar nuevas maneras de relacionarse con
las mujeres a medida que empiezan a cambiar los roles de género. Las mujeres,
por ejemplo, han logrado integrarse más a la política, en parte por medidas de
participación paritaria.
“En nuestro
país se han hecho múltiples esfuerzos por mejorar y abrir las formas de ser
para las mujeres, cosa que no ha se ha abierto para los hombres”, dijo Careaga.
Esa tensión ha
llevado a muchos hombres a ser violentos, añadió.
La
cantidad de homicidios de mujeres se duplicó de 2007 a 2015 al pasar de 1086
casos a 2555, según datos del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio,
una coalición de grupos de defensa de los derechos humanos y de las mujeres que
estudia la violencia de género. El año pasado los mexicanos salieron a las
calles en una decena de ciudades en la primera manifestación de coordinación
nacional contra el machismo y la violencia hacia las mujeres.
Varias
empresas mexicanas también han intentado cambiar sus modos. La cerveza Tecate,
cuyas campañas usualmente representaban a las mujeres como objetos, lanzó una
campaña televisada en verano de 2016 que mostraba a mujeres con moretones y
golpes. “A un hombre lo define cómo trata a una mujer. Si no la respetas Tecate
no es para ti”, dice el anuncio.
Pero es
difícil erradicar las costumbres.
“Es muy cómodo
construirse como hombre en México, tiene muchos beneficios”, dijo Vargas, el
fundador de Gendes. “No es fácil renunciar al privilegio”.
Los hombres
que participan en las terapias grupales lo saben y todos batallan por
reconocer, entender y cambiar su comportamiento.
En una sesión
reciente todos tenían la mirada en el piso. Hubo varios suspiros durante la
conversación.
Un hombre
llamado Alejandro dijo que su novia descubrió que le había enviado mensajes de
índole sexual por WhatsApp a una vecina. “Intenté controlarla al coquetear con
la vecina”, dijo. “Eso es violencia emocional y sexual”.
Otro hombre,
Federico, admitió que había buscado intimidar a su hermana al romper una
ventana. Fabián contó que le respondió a su novia cuando lo acusó de ser infiel
empujándola de la cama. Héctor confesó que había agarrado forzosamente a su
esposa por los brazos y que había demandado que lo escuchara.
Guzmán, el
facilitador, le pidió a los presentes que nombraran las emociones que sentían
tras escuchar las confesiones de los demás. Miedo, dijeron. Tristeza.
Esperanza.
Al final de la sesión, Jorge hizo una reflexión sobre su progreso y el camino
que le falta por recorrer.
“Ahora
la pregunta es: ¿qué más hago? ¿Se puede vivir sin violencia? Tengo la
esperanza de que es posible”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario